El rostro no es una superficie plana sino que presenta volúmenes consecuencia de la estructura que varía en cada persona y que nos confiere unas características personales únicas e intransferibles.
Nuestras facciones no son un lienzo en dos dimensiones, ni deseamos que se asemejen a uno al aplicar el maquillaje. El rostro presenta relieves que producen sombras, como las órbitas de los ojos o que reflejan la luz, como la frente.
Sea cual sea el producto aplicado, es importante que quede siempre difuminado e integrado con los tonos de la piel para que tenga un aspecto natural, evitando las líneas de corte definidas que restarían naturalidad.
En maquillajes más naturales y transparentes elegiremos las texturas en polvo aplicadas de manera sutil con una brocha; para maquillajes más elaborados y artificiosos es adecuado el empleo de texturas más cubrientes que pueden ser hasta maquillajes compactos o incluso lápices.
TÉCNICAS Y PRODUCTOS
Existen muchas técnicas mediante las que se pueden realizar los claroscuros como, por ejemplo, el uso de productos correctores bajo el maquillaje, maquillaje compactos bajo o sobre la base, como tonos diferentes de base de maquillaje o bien con polvos claros y oscuros sobre el maquillaje, una vez matizado. La elección depende del objetivo y el tipo de maquillaje que se esté realizando.
LUCES Y SOMBRAS
El maquillaje nos permite simular luces y sombras para fomentar esta estructura mediante el empleo de tonos claros y oscuros que se utilizarán para marcar y destacar los rasgos, potenciando la bella naturaleza del rostro.
Los colores oscuros sombrean, por lo que restan relieve o hunden determinadas zonas, por eso utilizan para definir pómulos, sienes, doble mentón, laterales de la nariz, pliegues de los párpados, etc.
Los colores claros producen un efecto contrario, resaltando y dando volumen, por lo que se emplean en la , la zona superior del pómulo, el arco supericiliar; la mejilla, la clavícula, la curva del pecho, etc...
Excelente!! Gracias una vez mas.
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